"I think it's time to blow this scene get everybody and the stuff together.
Ok, 3, 2, 1, let's jam."


martes, 21 de febrero de 2012

#1

Me quedé mirando fijamente por la ventana, fascinada por el color del atardecer entre las montañas. El único remanso de paz que quedaba cerca de mi y de esa habitación que me ahogaba. Suspiré y crucé mis manos sobre mi regazo, repentinamente avergonzada por mi osadía; abochornada por el cúmulo de sensaciones que se reflejaron en el rojo de mis mejillas.

El llamado detrás de la puerta interrumpió de golpe mis cavilaciones, despertándome de mi dulce descanso. La puerta se entreabrió, descubriendo a una pequeña mujer de rostro pálido.

-Señorita, su padre la llama.

Cerré un instante los ojos, para después volver a mirar por la ventana. Como suponía, el sol había caído ya, y con él, todas mis ilusiones.

-Dígale que iré en un segundo- contesté, sorprendida de lo extraña que sonaba mi voz.

"Eso es de usarla tan poco, princesa" Susurraste una noche, a penas rozándome la mano.

La mujer se retiró con prisas y cerró la puerta silenciosamente. Tardé casi cinco minutos en levantarme y recorrer el espacio que separaba mi habitación de su estudio. Cuando llegué frente a la puerta, me aterró el hecho de no haber notado el repiqueteo de mi corazón nervioso.

-Pasa.- contestó a mi ligero toque de nudillos.

Me adentré en ese extraño cuarto. Lleno de papeles, muebles de madera, estanterías llenas de libros que mi padre no había tomado si quiera la molestia de cuidar, y en el centro la imponente mesa dónde la silueta de mi padre apoyaba los codos con gesto calculador.

-¿Puedo preguntar el porqué de su llamado?- mi voz permanecía monocorde, casi despreocupada.

-Quería preguntarte si sabias algo de la hija de nuestros vecinos, esa chica tan encantadora con la que solías ir a montar a caballo.

-No, hace días que no sé de ella. ¿Ha pasado algo malo?

Él hizo lo imposible para no sonreír.

-Ha desaparecido. Justo antes de su boda.

Yo ni siquiera me molesté en hacerlo.

-Vaya, qué desgracia. ¿Cómo están sus padres?- respondí con un hilo de voz.

-Furiosos.

La habitación permaneció en un absoluto silencio mientras él empezaba a fumar. Habiendo hecho un par de largas caladas, me miró insondablemente.

-Te irás.

-Supuse que lo sabía.

El miró por la única ventana que no estaba tapada por las pesadas cortinas azules, ausente.

-No piensa detenerme.-En ese momento lo vi claro, esa sería nuestra última conversación. Abandonaría esa casa. Esa misma noche. Para no volver.

-No. Tu madre me dio otra hija. A tu prometido no le importará el nombre mientras tenga el mismo apellido, y a mi tampoco.-El cigarro se consumió en el cenicero, dejando un horrible olor en el estudio- Quizá no fui el mejor padre.

-Ni yo la mejor hija.

Nos miramos largamente, sin estudiarnos, sólo mirando el reflejo del otro. El descansó su mano en el reposabrazos de su inmenso sillón.

-Tendrás prisa- me dijo.

Retrocedí dándole le espalda hasta la puerta, sin mirarlo.

-Adiós padre.

Y salí para siempre de esa casa. De sus recuerdos. Y nunca volví a saber nada de ellos, ni ellos de mi.

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