"I think it's time to blow this scene get everybody and the stuff together.
Ok, 3, 2, 1, let's jam."


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Segundo origen

La noche era fría, las calles de esa ciudad en ruinas estaban desiertas. Ni un alma osaba salir de su hogar. El ruido de las bombas se asemejaba a un incesante goteo de un grifo mal cerrado. Cada gota cien vidas. Cada explosión se escurría por las cañerías. Las ventanas cerradas, las cortinas hechas harapos reposaban en el suelo, testigos del incidente.

La chica que una vez lo tuvo todo, miró la luz que provenía des del exterior con ojos huecos, mientras lloraba sin lágrimas sobre su ciudad natal. O lo que quedaba de ella: ese inmenso agujero que ahora era Barcelona. Y aunque sólo podía intuirlo gracias a la luz lunar (nunca lo había visto a la luz del día por el peligro de ser descubierta), le parecía conocerlo perfectamente.

La chica que de pequeña quiso ser artista se dijo que mirar por la ventana no le traería nada bueno. Por eso se giró y sin usar el tanteo que había necesitado en un principio, sorteó una mesa que cojeaba de una pata y que nadie tuvo tiempo de arreglar y se acomodó en el pequeño sillón de cuero roto. Echó mano al tesoro que se había encontrado esa misma noche (a penas unas horas antes) en su búsqueda de comida, el último paquete de Camel que vería en su vida y que le hizo recordar a su madre. Esa mujer a veces rubia y tantas otras morena o pelirroja o rubia de nuevo, con un humor que cambiaba dos veces cada hora. Siempre triste, casi nunca tal vez, tan sólo melancólica. Porque es verdad, su madre siempre parecía ver cosas que los demás no podían ver.

Le vino a la mente que una vez, antes de la guerra y el hambre, pensó que su madre no pertenecía a este mundo (o a esta realidad o vida). Que había visto algo más allá y lo que sea que fuese, fue maravilloso y cuando tuvo que regresar, nunca volvió a ser la misma, sólo una sombra de lo que fue. La chica que nunca vio Liverpool, solía preguntarse si alguna vez llegaría a conocerla.

Cerró los ojos y se encendió uno de los cigarros maltrechos. Recordó (mientras la nicotina hacía de relajante) la frase de un libro que no pudo acabar: "Si la maternidad es el Sacrificio personificado, entonces el sino de la hija significa una Culpa que nunca es posible de expiar". Tiempo después, una brisa de aire helado le erizó el vello e hizo que volviese a mirar por la ventana. Estaba a punto de salir el sol.

Se levantó, apagó el segundo cigarro en el suelo de lo que parecía linóleo y volvió a apostillarse en la ventana.

Sabía que debía retirarse, que ellos saldrían a registrar la zona, pero sus pies parecían clavados en el suelo. Suspiró, ya se temía que ese día llegaría pronto e intentó luchar contra su repentina parálisis, a penas consiguiendo virar el rumbo de su mirada, girando sobre sus talones hasta quedar de espaldas.

"Es fácil, así que simplemente hazlo" Le susurró la voz de su madre.

Y aunque nunca volvió a verla, a la luz del día, Barcelona no le pareció tan distinta: con el agujero o sin él, el cielo seguía siendo inmenso y azul.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Només crec en el que veig jo

He viatjat
d'est a oest
de nord a sud
sense saber a on anar.

Per muntanyes verdes,
entre prats lluents,
boscos plens de vida
i perdudes sendes.

Havent vist tant,
colors de totes menes,
tendres roselles, 
rojos tan llampants.

Els blanc més purs
sobre la cima del món.
Cendra volàtil.
De la nit el negre més cru.

I de blaus n'he vist tants
com dies de vida.
Des de mars infinits
al cel de Bogotá.

Per què, llavors,
si ni el gel de l'àrtic
ni el mar del carib,
em fan perdre la raó,

El teus ulls, amor,
trossos de cel perduts,
canviants com la brisa
em fan perdre el nord?

Perdona'm si m'ofego dins els teus iris, si em submergeixo dins d'ells en un instant ínfim. Perdona'm per no trobar cap motiu per deixar de mirar-los. Disculpa'm, si intentant memoritzar-los m'hi passo hores, si vull conèixer cada lluentor, cada ombra, cada petit matís. Em disculpo per no saber fer res més que deixar perdrem en aquests ulls teus. Perdona'm, un altre cop, per si mai me'n canso. Però, que puc fer-hi jo, si he trobat un cel que no te'l acabes?

No et preguntaries tu també què hi fas aquí, miran't un cel que no és el teu, tant lluny d'ell?





lunes, 12 de noviembre de 2012

Eterno retorno

Me ofreció el brazo y empezamos a andar por los jardines, entre magníficos rosales coloridos. A paso lento,  por baldosas de piedra pulida, brillantes por la lluvia otoñal, resonaban nuestros pasos en sincronía. Tac, tac, tac. Sin parar. Hacía frío incluso con abrigo, un frío húmedo que calaba mis huesos y me hacía apretujarme contra su hombro mientras en él reposaba mi mejilla sonrojada. El cielo gris y nosotros paseando. En casa un velatorio y nosotros en el jardín.

Subí lentamente mis ojos hasta encontrarme con su iris verde apagado. Siempre me fascinaba el cambio de color que sus ojos sufrían dependiendo de la estación. Tac, tac, tac. Y el rocío plic, plic, plic. Sin decir nada, miré mis pies, consternada. Odiaba no saber qué decir. Respiré lentamente, preparándome.

-¿Estás bien?- él clavó su pupila en la mía, desvió un segundo la vista al suelo y volvió a mirarme fijamente- Lo siento, ha sido una pregunta estúpida.

No dijo nada y yo le acompañé. Seguimos andando, hasta llegar a una bifurcación. No recuerdo qué camino elegimos, caminamos al compás. Cuando creía que pasaríamos el paseo en absoluto silencio, él por fin habló.

-No lo sé. No he dicho nada porque no sé si estoy bien. Tampoco sé si estoy mal.- No me dirigió la mirada en ningún momento, y yo tampoco a él, pero eso no me impedía saberlo.- Creo que estoy cansado.

Todos estamos cansados, quise decirle, todos estamos hartos de esto. Me mordí la lengua, obviamente, pero él lo noto. Como si pudiera leerme la mente o descifrar mis movimientos, me dio un suave apretón en el brazo, sonriendo quedamente a la nada. Callamos durante un buen rato, en el que pude maravillarme con el paisaje que, aunque en conjunto gris, no tenía nada de pálido. Adornaban los bordes de las baldosas rosas de especies, colores y tamaños diferentes. Sólo ellas, cuidando del jardín y manteniendo el suelo mojado. Plic, plic, plic, como mil lágrimas por todo el jardín. Y dentro un velatorio, y un muerto en su caja y vestidos negros y crisantemos. Tú tan guapo y yo tan lista. Qué bien nos sentaba el negro.

-Deberíamos cortar algunas rosas-Dijo- y volver dentro, pesar y secarnos.

Cierto, empezaba a llover, con lo que a mí me gustaba. Cerré los ojos, subí el mentón al cielo y escuché atentamente. Inspiré profundamente, gozando del perfecto olor, solté una lagrima que se confundió con la lluvia. Pero él se dio cuenta.

-No estés triste. No me gusta.- Me tomó por las mejillas, retirándome con el pulgar mi lágrima solitaria. Acariciándome con las puntas de los dedos ambos lados del cuello.- ¿Ves? Eres como un gato. Vamos dentro.

-A los gatos no les gusta la lluvia. A mí sí.- Murmuré, con los ojos aún cerrados. Escuchando de lejos el piar de los pájaros, histéricos por el agua.

-Cortemos rosas, Suli. Hagamos un ramo.- Animado, tiró de mí haciendo que abriese los ojos.

-¿Sin espinas?- apabullada, pareciendo una niña a su lado, dejé que me guiase.

Él se giró de golpe, con un misterioso y hermoso brillo en sus ojos, sin desviar la mirada de mis ojos. La mirada más profunda que jamás me habían dado. Volvió a sonreír.

-Sin espinas de colores que se rían en cuanto llore y en cuanto no.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Rosas de Jericó

"En mi jaula aprendí, las ganas de dejar la tentación, pero no a poder descansar."

La desazón de no ser quien esperabas,
de no poder cumplir tus promesas,
de perder aquello que amas.

No ser y nunca poder cambiarlo.
No ser e igualmente seguir,
por un camino indeseado.

Existir puramente por desidia,
no reconocer ni tu sombra.
Y la única esperanza, otro día.

Retorcer la deliciosa agonía,
fruto de batallas redentoras.
Tan sabias y aun así, perdidas.

Dejadme, pues, ser pasto del rocío,
que me moje la lluvia, que me lleve el viento,
que arda junto al fuego y que me cale el frío.

Permitidme ser la ciudad perdida,
un astro errante, la hermosa luna.
Permitidme vivir otra vida.

A cambio, yo os regalo mi calma,
mi amor, mi felicidad y mi fortuna.
A cambio, os regalo hasta mi alma.

Pero que mi sol y mis estrellas,
no partan otra vez de mi lado.
Que me sean devueltas cada una de ellas.

Y si no me es concedido este deseo,
que se ahogue mi ser en la espiral infinita.
Y que de mí no quede ni el más triste recuerdo.