El último día, será un día normal y corriente. Me levantaré, con ese presentimiento atado a mi garganta, me vestiré, cogeré las llaves y andaré hasta tu casa.
Seguramente, frente a tu puerta, dudaré unos instantes; pero finalmente llamaré. Tú tardarás los quince segundos reglamentarios, y abrirás la puerta, con la sorpresa en el rostro, al verme después de tanto tiempo. Así que, con la patética voz que tendré en ese momento, te diré que me debes un paseo, y que he venido a buscarlo.
Tú, con desconcierto, cogerás el primer abrigo que encuentres, -porque en otoño las mañanas empiezan a ser frías y tú lo odias. Cerrarás la puerta y te pondrás las llaves en el bolsillo derecho. Y empezaremos a andar.
Pasarán más de veinte minutos antes de que me atreva a decir algo, y lo primero que diré, será algo así como: "Lo siento." Tú me darás una media sonrisa cansada y señalarás con la cabeza un banco cercano.
Nos sentaremos cerca, y me pasarás un brazo por encima mientras yo intentaré encenderme un cigarro que acabarás encendiendo tú, como siempre.
Después vendrán los llantos, los abrazos, alguna que otra risa y la despedida.
Pero, definitivamente, sé que recordaré con más afecto esa media hora de silencio, en la que, aunque fuera sólo en mi imaginación, tú fuiste para mi y yo para ti.
Seguramente, frente a tu puerta, dudaré unos instantes; pero finalmente llamaré. Tú tardarás los quince segundos reglamentarios, y abrirás la puerta, con la sorpresa en el rostro, al verme después de tanto tiempo. Así que, con la patética voz que tendré en ese momento, te diré que me debes un paseo, y que he venido a buscarlo.
Tú, con desconcierto, cogerás el primer abrigo que encuentres, -porque en otoño las mañanas empiezan a ser frías y tú lo odias. Cerrarás la puerta y te pondrás las llaves en el bolsillo derecho. Y empezaremos a andar.
Pasarán más de veinte minutos antes de que me atreva a decir algo, y lo primero que diré, será algo así como: "Lo siento." Tú me darás una media sonrisa cansada y señalarás con la cabeza un banco cercano.
Nos sentaremos cerca, y me pasarás un brazo por encima mientras yo intentaré encenderme un cigarro que acabarás encendiendo tú, como siempre.
Después vendrán los llantos, los abrazos, alguna que otra risa y la despedida.
Pero, definitivamente, sé que recordaré con más afecto esa media hora de silencio, en la que, aunque fuera sólo en mi imaginación, tú fuiste para mi y yo para ti.