Fue como el perfecto "Despierta, imbécil"
Sí, me explico. Es como cuando caes al suelo después de un largo tiempo: humillante, doloroso y desconcertante. O tal vez se parece más a la risa estruendosa de aquél que te mira desde arriba.
Pero ese no es el caso. El caso es que has caído y todos han visto como lo hacías.
Y todos te miran de esa manera que hace que tus mejillas se sonrojen, que tus ojos se pongan brillantes y te muerdas los labios hasta que sangren; mientras no paras de repetirte lo estúpida que eres. Entonces una bola de vergüenza y resentimiento llena tu boca, que sabe amargo y salado.
El dolor (provocado por la herida) pasa a un segundo plano, ahora intentas patéticamente que las lagrimas no resbalen por tus mejillas. Tratas de recuperar tu orgullo inútilmente.
La cosa se complica cuando las antes desapercibidas heridas físicas empieza a sangrar, mostrando una vez más tus debilidades. Tú luchas, pero las sonrisas bajo la nariz de los que te rodean parecen escocer más que la sal.
Supongo que así es como llegas al momento en que los roles cambian: la rabia llega a puntos fuera de tu comprensión, y la risa histérica que habías guardado resuena en el aire, haciéndose eco, acallando las demás. Te martirizas, te ríes cruelmente de ti hasta tal extremo que te suele es estómago y tu cerebro pugna por no vomitar. Así que levantas la cabeza, y en esos segundo borrosos, con inimaginable facilidad, rompes el espejo.
De repente, el silencio reina, notas tu pulso estallar en tu cabeza y tu respiración agitada acompasarse. Cierras los ojos, con más calma.
Te giras aliviada hacia su lado, y lo ves sonreír con esa "casi alegría" tan suya, que siempre pintan sus comisuras. Y ya sabes lo que hará: chasqueará la lengua fingiendo estar molesto por la interrupción de su cómodo sueño, se acercará un poco más a ti intentando que no se note, para que pienses que eres tú la que buscará el abrazo. Te susurrará que duermas, seguramente acompañado de algún insulto afectuoso.
Pero no está. Él no está. Una nota aguarda impaciente entre las sabanas y la abres, desolada. El rezo es simple a la par que desdeñoso:
Hartáronme
Sí, me explico. Es como cuando caes al suelo después de un largo tiempo: humillante, doloroso y desconcertante. O tal vez se parece más a la risa estruendosa de aquél que te mira desde arriba.
Pero ese no es el caso. El caso es que has caído y todos han visto como lo hacías.
Y todos te miran de esa manera que hace que tus mejillas se sonrojen, que tus ojos se pongan brillantes y te muerdas los labios hasta que sangren; mientras no paras de repetirte lo estúpida que eres. Entonces una bola de vergüenza y resentimiento llena tu boca, que sabe amargo y salado.
El dolor (provocado por la herida) pasa a un segundo plano, ahora intentas patéticamente que las lagrimas no resbalen por tus mejillas. Tratas de recuperar tu orgullo inútilmente.
La cosa se complica cuando las antes desapercibidas heridas físicas empieza a sangrar, mostrando una vez más tus debilidades. Tú luchas, pero las sonrisas bajo la nariz de los que te rodean parecen escocer más que la sal.
Supongo que así es como llegas al momento en que los roles cambian: la rabia llega a puntos fuera de tu comprensión, y la risa histérica que habías guardado resuena en el aire, haciéndose eco, acallando las demás. Te martirizas, te ríes cruelmente de ti hasta tal extremo que te suele es estómago y tu cerebro pugna por no vomitar. Así que levantas la cabeza, y en esos segundo borrosos, con inimaginable facilidad, rompes el espejo.
De repente, el silencio reina, notas tu pulso estallar en tu cabeza y tu respiración agitada acompasarse. Cierras los ojos, con más calma.
Te giras aliviada hacia su lado, y lo ves sonreír con esa "casi alegría" tan suya, que siempre pintan sus comisuras. Y ya sabes lo que hará: chasqueará la lengua fingiendo estar molesto por la interrupción de su cómodo sueño, se acercará un poco más a ti intentando que no se note, para que pienses que eres tú la que buscará el abrazo. Te susurrará que duermas, seguramente acompañado de algún insulto afectuoso.
Pero no está. Él no está. Una nota aguarda impaciente entre las sabanas y la abres, desolada. El rezo es simple a la par que desdeñoso:
Hartáronme
"Para que todos sepan:
lo que siembran, cosechan.
Darás lo que has quitado,
al recibir lo dado."
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