Cómo hemos llegado hasta aquí es algo que no tiene importancia; tú te limitaste a cogerme la mano y a decir que nos íbamos, me acuerdo que pensé que estabas loco. Pero, aun así, arrastré mis pies hasta tu coche, un viejo descapotable de color rojo.
De cómo hemos pasado de estar en el jardín de nuestra casa, a estar cruzando un inmenso desierto anaranjado, es algo que ignoro. Y que más da, tú miras la carretera con tus impresionantes ojos negro súbitamente brillantes, con casi una media sonrisa pintada en el rostro, lleno de satisfacción y de paz; y yo no deseo estar en ningún otro lugar.
No recuerdo a quien hemos dejado atrás, ni si quiera que día es hoy. Aun así se que mamá nos matará, ¿verdad? Nunca has sido un buen hermano mayor. Te miro un segundo más, me estás mirando como sólo tú sabes hacerlo, te acercas un poco más, pones una mano en mi cabeza.
-Niño tonto.
Suena Redline Day, y en ése preciso momento sé que sí sigues luchando, yo seguiré intentándolo.
Despierto de repente de mi sueño, asustado por los gritos, me apoyo en mi fusil y me pongo de pie. El capitán, con nerviosas palabras nos da ánimos para seguir adelante. Algunos rezan, así que intento hacerlo yo también. Miro por la ventana y veo las montañas cada vez más cerca.
-¿Qué haré si me matan, hermano? ¿Y si una bala me destroza el corazón?
Las compuertas se abren y yo busco desesperadamente un escondite. Cuando no miren, me digo, cuando no miren me esconderé.
Pero siempre miran y las compuertas se han abierto y decenas de compañeros salen disparando al cielo azul. Maldiciendo al enemigo, mientras miro con horror como algunos de mis amigos ya han caído.
Las primeras bombas ya hacen estragos, he esquivado cada una de ellas, pero en un instante un grito de alerta atraviesa mis oídos y me doy cuenta que no puedo dar un paso más. Caigo en la arena tocándome el abdomen, manchado de sangre. Un explosivo, ¿eh? Eso explica el sepulcral silencio que me rodea.
La desesperación consume poco a poco mi cuerpo, y me tranquilizo repitiéndome dónde iré si salgo de ésta.
-Iré a mi madre con flores, y antes de nada le pediré perdón por tratarla siempre así. Visitaré tu tumba, para decirte que lo intento, día a día, con todo lo que tengo. Y correré a casa de Helena y la abrazaré tan fuerte como pueda, para ver como se da cuenta de que la quiero más de lo que me quiero a mi.
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