Nada parece lo que era.
Tan patéticamente perdida
tan maltrecha,
en el sinsentido de mi vida.
Por no buscar no busco
pasiones ni alegrías,
y en soledad reduzco
en ti mis esperanzas enfermizas.
Ni a la segunda ni a la tercera,
encuentro paz en mis esquinas.
Y felicidad queda en espera.
Siempre ella tan efímera.
No importa cuán negruzcos
sean ahora tus días,
Ni cuán abrupto,
el adiós que me decías.
Ahora sólo queda,
la venganza que perseguías,
la que amarás hasta que mueras,
la que me arrebata tu estima.
Y en este rincón oscuro,
a falta de otra salida,
enmiendo tu vida de perjurios,
a cambio de la mía.
-El sacrificio es claro como el agua que posee la luna. El precio, alto, cual torre de Babel. La ansiada recompensa se vuelve incierta para ti. Pero para mí, amor, ni el sacrificio ni el precio importan, si a cambio, puedo salvarte.
-Soy más poderoso que ellos. Puedo vencerlos.
-Oh, claro que puedes, mi vida. No albergo duda. Eres tú al que temo.
-¿Temes que arrebate las vidas de aquellos que amas? No pienso hacerlo.
-Sí que lo harás. Lo harás si no cumplo el trato. Cielo, cuando quieras darte cuenta, el único culpable que quedará vivo serás tú. Y no pienso verte morir.
-No te amo, lo sabes.
-Lo sé.
Tan patéticamente perdida
tan maltrecha,
en el sinsentido de mi vida.
Por no buscar no busco
pasiones ni alegrías,
y en soledad reduzco
en ti mis esperanzas enfermizas.
Ni a la segunda ni a la tercera,
encuentro paz en mis esquinas.
Y felicidad queda en espera.
Siempre ella tan efímera.
No importa cuán negruzcos
sean ahora tus días,
Ni cuán abrupto,
el adiós que me decías.
Ahora sólo queda,
la venganza que perseguías,
la que amarás hasta que mueras,
la que me arrebata tu estima.
Y en este rincón oscuro,
a falta de otra salida,
enmiendo tu vida de perjurios,
a cambio de la mía.
-El sacrificio es claro como el agua que posee la luna. El precio, alto, cual torre de Babel. La ansiada recompensa se vuelve incierta para ti. Pero para mí, amor, ni el sacrificio ni el precio importan, si a cambio, puedo salvarte.
-Soy más poderoso que ellos. Puedo vencerlos.
-Oh, claro que puedes, mi vida. No albergo duda. Eres tú al que temo.
-¿Temes que arrebate las vidas de aquellos que amas? No pienso hacerlo.
-Sí que lo harás. Lo harás si no cumplo el trato. Cielo, cuando quieras darte cuenta, el único culpable que quedará vivo serás tú. Y no pienso verte morir.
-No te amo, lo sabes.
-Lo sé.
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