"I think it's time to blow this scene get everybody and the stuff together.
Ok, 3, 2, 1, let's jam."


sábado, 22 de septiembre de 2012

Now it kisses my face and eats my head

Es curiosa la ira. Tremenda sensación, qué poderosa. Es literalmente como el fuego: sólo hace falta una ínfima chispa y un buen acelerante y devorará todo lo que encuentre a su paso, porque la ira no sigue éticas ni morales. Arrasa, quema, destroza sin inmutarse, es su naturaleza. Es el escorpión que mata a la tortuga aun sabiendo que es su única salvación, y mientras se ahoga, confusa, se pregunta porqué no siente remordimientos.

Y, por extraño que parezca, es comprensible. El escorpión no siente felicidad ni satisfacción con su crimen, pero tampoco siente dolor. Así es la ira, es el "no sentimiento", arde tanto que anula todo lo demás y sólo queda una salida: seguir quemando.

Es tan real, tan palpable, que aterra cuando te muerde con su veneno. Te paraliza y luego te contamina. Y es tan dulce al principio, tan grande es su poder que te sientes invencible. Te embriaga, hace de tus músculos puro acero, acelera las pulsaciones, convierte en lava líquida tu sangre y vela tus ojos con sedas rojas.

Cubre el dolor, la decepción, las lágrimas, la cordura. Susurra con voz ronca promesas deliciosas a cambio de un insignificante favor: "Sigue destrozando hasta que el cuerpo aguante". Y no comes, no duermes, sólo respiras su intoxicante perfume, el cual hace que te sientas más vivo que nunca.

...Y ya no hay marcha atrás. Ahora ella lo es todo.

"¡Que arda...", piensas, "que arda Troya!"

Y Troya arderá.

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