"I think it's time to blow this scene get everybody and the stuff together.
Ok, 3, 2, 1, let's jam."


lunes, 12 de noviembre de 2012

Eterno retorno

Me ofreció el brazo y empezamos a andar por los jardines, entre magníficos rosales coloridos. A paso lento,  por baldosas de piedra pulida, brillantes por la lluvia otoñal, resonaban nuestros pasos en sincronía. Tac, tac, tac. Sin parar. Hacía frío incluso con abrigo, un frío húmedo que calaba mis huesos y me hacía apretujarme contra su hombro mientras en él reposaba mi mejilla sonrojada. El cielo gris y nosotros paseando. En casa un velatorio y nosotros en el jardín.

Subí lentamente mis ojos hasta encontrarme con su iris verde apagado. Siempre me fascinaba el cambio de color que sus ojos sufrían dependiendo de la estación. Tac, tac, tac. Y el rocío plic, plic, plic. Sin decir nada, miré mis pies, consternada. Odiaba no saber qué decir. Respiré lentamente, preparándome.

-¿Estás bien?- él clavó su pupila en la mía, desvió un segundo la vista al suelo y volvió a mirarme fijamente- Lo siento, ha sido una pregunta estúpida.

No dijo nada y yo le acompañé. Seguimos andando, hasta llegar a una bifurcación. No recuerdo qué camino elegimos, caminamos al compás. Cuando creía que pasaríamos el paseo en absoluto silencio, él por fin habló.

-No lo sé. No he dicho nada porque no sé si estoy bien. Tampoco sé si estoy mal.- No me dirigió la mirada en ningún momento, y yo tampoco a él, pero eso no me impedía saberlo.- Creo que estoy cansado.

Todos estamos cansados, quise decirle, todos estamos hartos de esto. Me mordí la lengua, obviamente, pero él lo noto. Como si pudiera leerme la mente o descifrar mis movimientos, me dio un suave apretón en el brazo, sonriendo quedamente a la nada. Callamos durante un buen rato, en el que pude maravillarme con el paisaje que, aunque en conjunto gris, no tenía nada de pálido. Adornaban los bordes de las baldosas rosas de especies, colores y tamaños diferentes. Sólo ellas, cuidando del jardín y manteniendo el suelo mojado. Plic, plic, plic, como mil lágrimas por todo el jardín. Y dentro un velatorio, y un muerto en su caja y vestidos negros y crisantemos. Tú tan guapo y yo tan lista. Qué bien nos sentaba el negro.

-Deberíamos cortar algunas rosas-Dijo- y volver dentro, pesar y secarnos.

Cierto, empezaba a llover, con lo que a mí me gustaba. Cerré los ojos, subí el mentón al cielo y escuché atentamente. Inspiré profundamente, gozando del perfecto olor, solté una lagrima que se confundió con la lluvia. Pero él se dio cuenta.

-No estés triste. No me gusta.- Me tomó por las mejillas, retirándome con el pulgar mi lágrima solitaria. Acariciándome con las puntas de los dedos ambos lados del cuello.- ¿Ves? Eres como un gato. Vamos dentro.

-A los gatos no les gusta la lluvia. A mí sí.- Murmuré, con los ojos aún cerrados. Escuchando de lejos el piar de los pájaros, histéricos por el agua.

-Cortemos rosas, Suli. Hagamos un ramo.- Animado, tiró de mí haciendo que abriese los ojos.

-¿Sin espinas?- apabullada, pareciendo una niña a su lado, dejé que me guiase.

Él se giró de golpe, con un misterioso y hermoso brillo en sus ojos, sin desviar la mirada de mis ojos. La mirada más profunda que jamás me habían dado. Volvió a sonreír.

-Sin espinas de colores que se rían en cuanto llore y en cuanto no.

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